El pueblo, Riasol, no era muy grande, todo el mundo se conocía y,
desde que entró en vigencia La Ley, el sufrimiento era grupal. Muchos habían
trabajado en “La Pedrera” (ELP); para otros la empresa había sido la fuente de
su educación, su equipo de Football, el origen de los recursos para levantar sus casas, ELP había
sido la empresa propulsora del Liceo y por eso habían traído buenos Profesores
y equipos, tenían la Biblioteca mas grande de todo el Estado, ayudaban a todo
el mundo con lo que tenían a mano, eran buena gente. De pronto, un día, se
apareció alguien que venía de la capital y les propuso, en el club de bolas
criollas, que apoyaran la idea de levantar un puente para mejorar la carretera.
¡!Y... El Diablo, apareció!!
-. Me propusieron un negocio.- Díjole Tomas a Hilda
-. Y de donde vamos a sacar dinero?... Le vas a
pedir al Alcalde?
-. No, niña... La Alcaldía no tiene dinero y estamos hablando de plata... plata, no centavos...
-. Y entonces? Aquí no hay entierros... ¿de
donde vamos a sacar? Ahhhh... pídele al Tío José... a lo mejor el tiene, es
quien “tiene dinero”... ¿y es mucho?
-. Si, es bastante... nadie aquí tiene lo que
se puede necesitar...
-. Y entonces? Más vale que se olviden y Tú...
no vayas a estar inventando...
-. Hablaré con el Tío José, el sabe como hacer
negocios con esta gente de la capital y quien quita que hasta nos ganemos algo
que valga la pena en la apuesta...
Así había comenzado para ellos el tinglado...
una vez que se pusieron a discutir el asunto, el Tío José, veterano en esas
lides, se buscó a sus compinches de la Alcaldía y con calma fueron armando un
plan para que, de la operación, les quedara a cada uno una buena tajada y,
aunque eran muchas personas, el negocito prometía darle a cada quien una buena
ración, aparentemente sin riesgos, todo clarito y con la aprobación de “los de arriba”.
La empresa que aparecería como ejecutante sería
la del Tío y los planificadores serían los de la capital y algunos de los
“conocedores” del pueblo, entre ellos claro, Tomás, quien fungiría como asesor
del Tío José.
Todo les fue saliendo como lo tenían previsto y
el dinero comenzó a fluir como río en día lluvioso en una vega tranquila...
Pero, en la Capital, por razones de política,
se prendió una discusión entre quienes recibían parte de las tajadas, lo
que ocasionó que apareciese una información en los periódicos denunciando lo
que estaba pasando...
Como las bombas usualmente no explotan en la
Capital, cayeron en Riasol y con mucho aspaviento los diarios de la zona dieron
cuenta de lo que el Alcalde, el Tío José y los demás “lugareños” habían estado
haciendo... ardió Troya y comenzaron a salir los cuentos de otras francachelas
que, por años, se habían rumoreado en el pueblo...
La averiguación inicial puso en claro que la
parranda había sido grande... para la aprobación del Proyecto se requería la
firma de la mayoría de los Concejales quienes, tal vez porque el balón era muy
atractivo, firmaron... absolutamente todos...
La Procuraduría había estado revisando el
proyecto y no presentó oposición ni antes, ni durante la planificación, ni en
el tiempo que llevaban ejecutándolo.
Como tal, para ojos inocentes, el Proyecto se
veía muy bonito, muy útil y muy a propósito a los fines electorales.
Pasó todas las instancias de aprobación
regional y de igual manera las de aprobación nacional... Con el beneplácito de
todos los niveles iniciaron la ejecución.
¡!!Todo el mundo feliz!!
De pronto, alguien preguntó:
¿Existe un programa de control de Calidad para
esa Obra?
La respuesta dejó anonadada a la población
nacional. !NO!
Después del primer no, las tejas fueron cayendo
una tras otra y se evidenció que la obra no presentaba las prestaciones que se
requerían para un puente en esa zona y con esas características, que las
especificaciones que se habían aprobado eran algo menos que ridículas dada la
tecnología del momento y, lo que realmente le importó a la gente, el
sobreprecio de la obra era de casi siete veces lo que se suponía era el costo
real. La maraña de la permisología
rayaba en la locura y, a los aspectos legales, dado el número de complotados,
se calculaba que transcurrirían años antes de poder llevar ante los tribunales
a “todos los gatos del encierro”.
La Ley Final estaba ya vigente.
Los primeros gatos que llegaron a su sábado
fueron: quien vino de la Capital, el Alcalde, el Tío José, los Concejales y los
administradores de la Alcaldía y de la ELP.
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