DÁMASO JIMÉNEZ | EL UNIVERSAL martes 16 de abril de 2013 12:00 AM
No hubo sorpresa. Maduro carece de todo
liderazgo, no reflexiona, no convence, no cohesiona, no seduce, y en fin no
emociona a unos seguidores enamorados aún del carisma del "máximo líder" que por
14 años manejó a su antojo los intríngulis del poder y le bajó volumen a
cualquier pretensión fuera de tono dentro de su mayor obra, el proyecto
revolucionario hacia el socialismo del siglo 21, que comienza a resquebrajarse
ante la falta de impacto político del sucesor y nuevo presidente
electo.
Luego del exiguo triunfo, ensuciado además por un proceso plagado
de abusos de poder, arbitrariedades con Internet e irregularidades de todo tipo,
vimos a un Nicolás nervioso y angustiado emitiendo el más incoherente de los
discursos escuchados a presidente electo alguno en la historia contemporánea de
Venezuela, para reiterar con brotes intermitentes entre arrogancia súbita y
desgarbo, el punto y medio que lo daba ganador sobre Capriles al tiempo que
anunciaba la radicalización de la revolución sin contar con la mayoría necesaria
y el liderazgo consolidado que requeriría para tomar ese camino.
Lo
cierto es que nadie puede ocultar que a poco menos de 5 semanas de la muerte de
Chávez, cuando el paroxismo de la continuidad era inminente, y a 5 meses de un
sólido triunfo que le permitió la reelección por cuarta vez, la realidad que
muchas veces supera la ficción demuestra cómo una mala escogencia puede
dilapidar en tiempo récord 20 puntos de ventaja, un grueso capital electoral
sobre una opción que ya no sólo dejó de lucir como escuálida sino que replica y
exige de tú a tú el conteo manual de votos, la salida de militares cubanos
inoculados en nuestra FANB, la libertad de los presos políticos y el cese de las
persecuciones a medios, instituciones y personas que piensan distinto, que si
bien debe respetar los resultados –esperemos el conteo manual solicitado ahora
por ambas opciones para legalizar el proceso–, debe ser respetada y tomada en
cuenta, más allá de tanta diatriba radical hacia el socialismo.
No en
balde estamos hablando de un país en franco deterioro con álgidos problemas
comunes para todos con respecto a la inseguridad, 21 mil muertes violentas al
año, devaluaciones, inflación, falta de inversión, apagones en todo el país,
desabastecimiento, corrupción, irregularidades en Cadivi, recursos dilapidados y
regalados a otros países, falta de infraestructura, gasto excesivo en armamento
bélico, 9 millones de venezolanos en situación de pobreza, expropiaciones y
destrucción del aparato productivo. El Estado está colapsado, ya no se le puede
seguir echando la culpa a una clase excluida y golpeada, y se acaba de generar
la victoria electoral más pírrica lograda en la historia del chavismo. Nada que
celebrar.
¿Podrá Maduro obtener la gobernabilidad que necesita a pesar de
ignorar cada uno de estos problemas que nos llevan derechito al trauma y el
retraso en comparación con los países vecinos? Lo dudo, pero a partir de ahora
tiene un problema mayor, la ilegitimidad dentro del propio conglomerado
chavista.
Nicolás ya no puede ampararse bajo la figura de Chávez, de aquí
en adelante va solo y sin muletillas como presidente de Venezuela, con todas
esas fisuras evidentes que se ven y que se sienten, aun antes de comenzar su
mandato.
El nuevo presidente sabe además que tiene problemas con todo el
entorno de poder rojo, que ve cómo el gran castillo de arena comienza a
derrumbarse ante los ojos del mundo. Se lo terminarán cobrando tarde o
temprano. Todos lo saben, es cuestión de tiempo, Maduro simplemente aceleró el
proceso de desaparición del chavismo.
www.biendateao.com
@damasojimenez
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