Sensatez y gobernabilidad
2 de mayo 2013 - 00:01
Abuso del nombre de Cristo. Nunca antes en nuestra historia republicana se ha usado y abusado tanto del nombre de Cristo: lo cristiano como disfraz para la campaña electoral, y no como verdad del corazón. Jesús antes de curar a un enfermo no lo llamaba “canalla”, “criminal”, “golpista” “asesino” y “drogadicto”, y un cristiano (ninguna persona sensata) no descalifica al otro en su saludo de bienvenida al diálogo. Los que invocan a Dios para manipular votos son –dice Jesús– “como los hipócritas, que gustan rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas públicas para exhibirse ante la gente”. (Mat. 6,5). Esa falsa oración es rechazada por Yahvé: “Aunque multipliquen las plegarias no los escucharé. Sus manos están llenas de sangre (…) Cesen de obrar mal, aprendan a obrar bien; busquen el derecho, socorran al oprimido; defiendan al huérfano, protejan a la viuda…” (Is. 1,15-17) y los escucharé. En Venezuela se ha sembrado mucho odio, se envía al infierno a cardenales, y a quienes piensan distinto, a la cárcel, el exilio y la exclusión. Quien cultiva el odio en su corazón está muerto y ya es un asesino (1 Juan 3).
Gobierno constitucional. Tenemos una Constitución que consagra los derechos y deberes de todos los ciudadanos y nos obliga a reconocer a los adversarios “en igualdad de derechos”; sin ello no hay democracia civilizada, ni paz. La Constitución establece los derechos y deberes de los diputados elegidos a la Asamblea y consagra el voto libre y el derecho al trabajo. Nadie, por alta que sea su investidura, ni ministro, ni director ni presidente de la Asamblea Nacional puede quitar esos derechos. Hacerlo es un delito y proclamarlo como modo de gobierno es defender la dictadura e incitar al crimen. Criminal y contra todo derecho humano es el patrón, estatal o privado, que bota del trabajo por el hecho de votar libremente y en conciencia. Lo mismo se diga de la brutal represión armada contra estudiantes en Barquisimeto y otros lugares, o la criminalización a Provea, ONG mundialmente reconocida defensora de los derechos humanos. Ni el Gobierno ni la oposición pueden azuzar el odio ni mentir.
Gobierno sensato y acuerdos. Venezuela está metida en tales problemas que no saldremos sin entendimientos en algunos puntos básicos:
La auditoría electoral (inicialmente aprobada por el CNE) es imprescindible para que con transparencia se reconozca al legítimo ganador y presidente y se logre la aceptación general del resultado. Cualquier regateo y triquiñuela para reducir o deformar el sentido de la auditoría empeorará la desconfianza y la legitimidad del árbitro.
La población quiere empleo digno y freno a la devaluación empobrecedora de su salario. Esto requiere una revisión total y políticas muy complejas acompañadas de inversión, emprendimiento, productividad, abastecimiento, sinceración de precios y tarifas de servicios, y gasolina y educación de calidad que sólo es posible con un acuerdo entre las partes. Lo contrario es ingobernabilidad y miseria creciente.
La calidad educativa es lamentable y hay que valorar los aportes plurales a la calidad y convertir la educación en verdadera prioridad. Nada será posible sin devolver a los educadores de todos los niveles la dignidad que tienen y los ingresos que les faltan. Luego de cinco años con disminución de ingresos reales, las universidades están en ruinas, con gravísimas y duraderas consecuencias para el país.
El régimen nazi de Hitler aniquiló a los disidentes alemanes y lo mismo hizo el régimen comunista en la Alemania Oriental. Sólo los míos son gente y los demás se convierten en cucarachas para ser aplastadas o fumigadas: la cárcel, el campo de concentración, la tortura y la obligada confesión de crímenes inexistentes.
Todo presidente, si es demócrata e inteligente, se convierte en el primer defensor de las aspiraciones de vida y derechos de todos los venezolanos y los convoca a un gran esfuerzo. Si defiende sólo a los suyos y persigue a quienes no lo eligieron se convierte en dictador. Equivocarse en esto es firmar el fracaso del gobierno y desatar la violencia.
Diálogo no es posar juntos para la foto. Significa reconocimiento democrático del otro para desde el “nosotros” reconstruir la República.
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