César Farías presidente
JOSÉ ANTONIO GÁMEZ E. | EL UNIVERSALviernes 14 de junio de 2013 12:00 AM
Estamos todavía en la resaca de lo que pudo ser el entierro de nuestro sueño mundialista. Siempre cabe una última y milagrosa oportunidad, pero nuestra historia deportiva recuerda que esa posibilidad siempre se nos muestra esquiva. En el deporte, como en casi todas las actividades, es muy difícil reconocer la derrota, pero siempre es un ejercicio liberador.
Ante una victoria es fácil encontrar puntos de encuentro e identificación con los ganadores. Cuando se pierde es cuando se prueba hasta qué punto son auténticas nuestras adhesiones y aficiones. Por eso, el miércoles en la mañana bien temprano, me puse mi franela vinotinto. No sólo para seguir tentando al destino sobre nuestra posibilidad de estar en Brasil, sino sobre todo porque en la derrota, es cuando uno se siente más compenetrado con lo que somos actualmente los venezolanos.
Para una gran parte de los compatriotas honestos, de pensamiento genuinamente nacionalista y democrático, los últimos años de historia han sido de derrotas continuadas. Por poner algunos ejemplos: las repetidas "derrotas" en la administración de justicia, hacen que el nivel de seguridad jurídica de nuestro sistema sea una de las más bajas del mundo. Hay que reconocer que carecemos desde hace bastante tiempo de Estado de Derecho y Poder Judicial no es más que un órgano de represión y terrorismo del régimen. La consecuencia de esta manera de proceder es la violencia. Violencia en forma de inseguridad personal, y violencia en forma de represión militar.
Las derrotas económicas son todo un capítulo, que ha sido extensamente tratado por múltiples especialistas de las más variadas tendencias. No hay manera de encuadrar los desaciertos económicos del chavismo. Lo que vemos actualmente en el postchavismo no es más que el epílogo doloroso del mayor despilfarro que recuerde nuestra historia. Doloroso porque los recursos de todos los venezolanos vuelven a estar en manos de unos pocos miembros de la nomenklatura de turno. La corrupción es siempre la gran derrota para cualquier sociedad que quiera construirse sobre las bases de la justicia social. Las consecuencias de esta derrota la estaremos pagando por las próximas generaciones.
Posiblemente la más triste de nuestras derrotas sea la que se ha infringido a la soberanía. Ser un país que ha perdido la independencia para conducir sus destinos es algo que sólo se puede comprender desde la humillación del salmista en sus versos imprecatorios. Hemos llegado al extremo en el que, hasta los candidatos para las elecciones municipales del partido de gobierno, se tienen que ir a negociar a La Habana. Todo un ejercicio de entrega y alienación que debería ser aborrecido por los propios afectados, pero que sin duda, será duramente condenado por sus partidarios de base.
La derrota de las universidades es una realidad que hasta hace pocos meses parecía imposible. Sin embargo, nos encontramos con un ministerio que aplica la humillación como política. Su intención es convertir a la institución universitaria en un reducto de funcionarios que sólo les queda mendigar una mejora en sus condiciones laborales. Viendo el asunto retrospectivamente ahora está muy claro que la batalla por la institucionalidad universitaria se perdió hace tiempo; desde el momento en que el CNU aceptó la creación de la primera pseudo-universidad del régimen.
Una tras otra las derrotas electorales, han minado la esperanza de tener un país soberano, democrático y libre. La actitud rastrera del organismo electoral hace dudar justificadamente, no sólo de la conveniencia sino también de la decencia de participar en unas próximas elecciones municipales. Pero el momento es complejo y parece que la presencia en los resquicios que deja el corrupto sistema, hay que ocuparlos. Luego, aguantar estoicamente el embate de la violencia electoral y militar.
Ante esta realidad de un país derrotado la esperanza vinotinto se convirtió en un fenómeno unificador y hasta terapéutico. Mi posición es que, ante la inminencia de que el sueño mundialista no tenga un buen despertar, más que nunca hay que sentirse vinotinto. Todavía existen venezolanos que son capaces de reconocer la derrota sufrida en un enfrentamiento justo. Venezolanos que no necesitan salir con un crucifijo en la mano para reconocer sus errores. Representantes de nuestros colores patrios que saben decir, la culpa es mía y sobre todo al igual que nuestro legítimo presidente Capriles, declara: "mientras tengamos posibilidades nos vamos a aferrar a ellas".
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