263645.- Dios nos ampare

El campo de la muerte

MICHAEL ROWAN |  EL UNIVERSAL martes 29 de marzo de 2016  12:00 AM 

Es bien sabido que en Venezuela matan a la gente casi más que en cualquier otra parte del planeta. Es bien sabido muy pocos asesinos son arrestados, enjuiciados y condenados. Pero lo que no se sabe tanto es la manera en que estos homicidios afectan el alma, el futuro y los niños de Venezuela.

Cuando la impunidad se vuelve un lugar común, gente de la que uno menos sospecha comienza a matar justo en frente de nosotros. El homicidio inflamado por la pasión extingue la razón y arrasa con la moral. En un segundo, estamos de vuelta a la selva.

La patología social de las turbas es bien conocida. La empatía desaparece. La brutalidad saca los dientes: o tomas la ley con tus propias manos o te ridiculizan por débil o traidor.

Unos vecinos atrapan a un ladrón robando. Lo derriban y de buenas a primeras se abalanzan sobre él; lo patean, golpean e insultan. En el frenesí, el ladrón inerme pasa a transformarse en una masa sanguinolenta en cuestión de minutos. Los niños se acercan; imitando a sus mayores, patean el cadáver y hacer bromas.

¿Acaso es un capítulo extraído de "El señor de las moscas" o un documental del Estado Islámico en Siria? No, es un video que un venezolano montó en Internet, orgulloso de que sus vecinos mataran a un ladrón. Hasta ese extremo ha llegado Venezuela en el panteón de la historia y la civilización. Esa persona ni siquiera está consciente de que el video que colgó es una afrenta contra la humanidad.

Lo que deberíamos aprender de esta masacre es que la membrana que separa la civilización del infierno en la tierra es más delgada y frágil de lo que uno se imagina. Sin importar cuán deleznable pueda llegar a ser la situación, debe preservarse cierto grado de humanidad. Los países colapsan únicamente cuando las personas, una por una, se suman orgullosamente a la masacre. Lo digo en el nombre del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

michaelrowan22@gmail.com